Establecer rutinas saludables en la infancia es una inversión en salud para toda la vida. Comer bien, hacer deporte, beber agua o ver menos televisión son algunas costumbres que los niños deben aprender desde pequeños para llevar una vida sana. La prevención es, sin duda, la mejor apuesta de futuro, y acercandose las vacaciones se deben de tener en cuenta alguna recomendaciones para evitar excesos.
1. Una alimentación variada y equilibrada
El niño debe obtener los nutrientes que necesita. Por eso, aunque él tiene sus platos favoritos, es importante animarle (sin obligarle) a probar cosas nuevas. El gusto de los pequeños es cambiante y poco a poco aceptarán la verdura o el pescado que al principio no querían ni ver.
Hemos de tener en cuenta, las siguientes pautas:
• Más fruta y verdura. Consumir cinco raciones diarias de fruta y verdura.
• Menos proteínas. Reducir el consumo de carne a dos o tres veces por semana y tomar pescado en la misma proporción. Basta con comer cualquiera de estos una vez al día. Pero si tomamos de uno, no conviene hacerlo del otro.
• Más cereales. Deben consumirlos diariamente en forma de arroz, pasta o pan.
• Menos comida rápida. Limitar al máximo la comida rápida y la bollería industrial (contienen mucha grasa y calorías).
• También es importante hacer un buen desayuno para asegurarnos de que nuestro organismo obtiene los hidratos de carbono que necesita por la mañana.
2. Beber agua
El 70% de nuestro cuerpo es agua, es imprescindible para eliminar toxinas e hidratar todos los órganos. Apostar por el agua como bebida familiar es una opción de salud. Los zumos de frutas naturales son una buena alternativa, pero no conviene abusar de ellos, ya que contienen demasiados azúcares.
3. Buenas costumbres en el comer
Es la garantía de que toma lo que necesita y aprende a comer guiado por el hambre y no porque «toca» o por ansiedad. Para favorecer la conexión con sus sensaciones corporales, es importante:
• No obligarle a terminar el plato. Si dice que está lleno, hay que respetarlo. Si no, puede que le siente mal la comida.
• Ofrecerle un espacio tranquilo en el que comer le permite entrar en contacto con la sensación de saciedad. Las comidas deben tener un ritmo pausado, pero no ser eternas.
• Planear las comidas con antelación y establecer horarios fijos para cada comida. Así suelen ser más equilibradas y completas, limitas el picoteo entre horas y acostumbras al cuerpo.
• Compartir al menos una comida familiar. Es una oportunidad de convertirnos en un modelo de hábitos para nuestro hijo.
• Disfrutar de la cena todos juntos. En el caso de que haya faltado fruta, verdura o proteínas en la comida, todavía estamos a tiempo de compensar estas carencias.
• Hacer las comidas más originales y apetecibles. La monotonía en la mesa produce insatisfacción e induce al picoteo.
Si aprecian que el niño come rápido , pueden jugar a dejar el cubierto encima de la mesa, así conseguirán que mastique más y espaciar el ritmo de la comida.
4. Menos televisión o elementos electrónicos (móvil, tablet, etc.)
• Conviene pactar con ellos un tiempo máximo y buscar otro tipo de actividades para disfrutar del tiempo libre.
5. Más actividad física
El juego y el deporte son aliados imprescindibles para el buen funcionamiento del organismo. Una hora de actividad física moderada al día mejora sensiblemente el índice de masa corporal (relación entre peso y estatura) de los niños, incrementa su rendimiento escolar e incluso su estado de ánimo. Pero no olvides:
• Nunca debe convertirse en una obligación. Es más importante que les divierta a que adquieran habilidades. Si les gusta, será más fácil que lo hagan.
• Diariamente, conviene guardar un espacio de tiempo exclusivo para la actividad física.
• Más activos en lo cotidiano. Si nosotros lo hacemos, es más fácil que ellos se apunten. Podemos buscar cualquier excusa para salir a la calle (pasear juntos al perro, sacar la basura, bajarse del autobús una parada antes).
• Organizar planes familiares al aire libre. Son una buena forma de dejar a un lado el ocio sedentario.
Cómo crear nuevos hábitos
• Pongamos metas realistas. ¿Cómo vamos a organizar ahora las comidas? ¿Qué días haremos actividades al aire libre? Nuestras buenas intenciones pueden venirse abajo ante una organización demasiado exigente y alterar nuestras rutinas de la noche a la mañana. Es aconsejable poner en marcha dos o tres pequeños cambios, y esperar a que estén integrados para pasar a los siguientes.
• Hagámoslo todos juntos. Un niño aprende lo que ve, no lo que escucha. Pasear será divertido si vamos todos. De la misma forma, si compartimos la comida, aprenderá qué alimentos le sientan bien; y si comemos de forma sana, nuestro hijo sabrá que no le estamos castigando, ya que todos lo hacemos.
• Potenciemos la parte positiva. Frases como «No comas galletas», «no picotees» o «te vas a poner muy gordo» producen frustración y ansiedad en los niños. En cambio, otras como «¡vámonos de paseo!», «estas manzanas están deliciosas», o «te veo muy guapo hoy» reforzarán los hábitos que queremos crear.
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