La dependencia no es una necesidad solo en personas adultas. Miles de niños en España son discapacitados (unos 140.000, según cifras oficiales) y, de ellos, 5.900 tienen menos de tres años. «La atención temprana les resulta esencial. Muchos padres salen del hospital sin saber que su hijo tiene problemas y cualquier tiempo que se pierda en el diagnóstico es terrible para su futuro», explica Luz María Ariza, miembro del Colegio de Psicopedagogos de Madrid y con más de 45 años de experiencia en esta especialidad en pediatría en distintos hospitales. «Al principio parecen menores incapaces de tener cierta independencia, pero si se les educa correctamente dan mucho de sí», añade.
Por ello, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad acaba de poner en marcha el Plan Integral de Atención a Menores de Tres años en Situación de Dependencia, contemplado dentro del Plan Estratégico Nacional de Infancia y Adolescencia, previsto en la Ley de Dependencia. «Buscamos coordinar el ámbito sanitario y educativo; que la discapacidad del menor pueda ser detectada incluso antes de nacer y ya se le puedan adjudicar los servicios necesarios», explican fuentes ministeriales. «Hay que unificar criterios en todas las comunidades autónomas, prevenir y agilizar los pasos para poner a su servicio la atención temprana», señalan esas mismas fuentes.
Desde el Ministerio indican que han recibido más de 4.300 solicitudes de dependencia para menores de tres años en lo que llevamos de año. Y según explicó la ministra Ana Mato el pasado jueves tras la Reunión del Consejo Territorial de Servicios Sociales y Dependencia, la idea es que el citado plan dote a esas familias de «ayudas a domicilio o prestaciones económicas, plazas en escuelas infantiles o centros de atención, y programas de formación a cuidadores». La apuesta del Ministerio es que estos cuidados sean «un servicio público, universal y gratuito» para que todos los menores «tengan los mismos derechos y oportunidades desde el primer día».
Atención temprana
Para Ariza, la clave está en «desarrollar un buen programa de atención temprana», además de un buen nivel de formación en familias y cuidadores: «Hay un gran déficit a la hora de formarles, sobre todo a los progenitores, que al final son quienes viven con ellos todo el tiempo. Lo importante es que no llegue el momento en el que se acaben por preguntar, ¿qué hago yo con mi hijo?». Sin embargo, esta profesional añade que «toda prestación económica es clave para ayudarles por la cantidad de servicios que necesitan: pedagogos, fisioterapeutas…».
La psicopedagoga tampoco desdeña la relevancia de un cuidador que acuda al domicilio del menor con regularidad: «Permite que los padres no tengan que dejar su trabajo, ya que en muchas ocasiones uno de los dos debe abandonar sus responsabilidades laborales para dedicarse a tiempo completo a su hijo o hija».
Un discurso que no abandona las necesidades de los padres, actores secundarios en estas situaciones, sobre los que Ariza señala que «necesitan mucho amor y apoyo para afrontar la realidad que les toca vivir».