Qué pasa cuando los niños y niñas crecez y comienzan a darse cuenta de su poder al realizar alguna acción. Alrededor de los dos años los niños/as no toleran la frustración y les resulta complicado comprender que no pueden tener siempre lo que quieren, lo que termina en ocasiones en una leve molestía, enfado o llega a tener una rabieta para conseguir un fin. Si a lo anterior le sumamos su limitada capacidad de comunicarse verbalmente a esta edad, imaginaros la de emociones que les produce ¿qué pasa cuando los adultos sienten alguna injusticia? Hay emociones que se disparán, la diferencia que en la medida que crecemos vamos adquiriendo mayores herramientas para regular nuestras fustración. Así una pataleta o rabieta es una oportunidad para que nuestros peques adquieran herramientas para que regule sus emociones de a poco.
¿Qué pueden hacer los padres o adultos responsables hasta entonces?
1. Mantenerse firmes
Claro que resulta mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero según los psicólogos, es la estrategia más infalible, ayuda a dejarle claro que su rabieta no le llevará a conseguir lo que quiere, se dará cuenta de que la fórmula no le funciona y acabará por ir disminuyendo su solicitud. IMPORTANTE: mantenerse firme no es ser frío en el trato o utilizar un tono de brusco, sino no realizar la acción demanda.
2. Explicaciones cortas
Frases comprensibles, concretas y concisas ayudan a que el niño o niña entienda lo indicado y no continue en mayor grado si esta alterado, por ejemplo «no hay caramelos, acabas de comer» o «si no duermes, mañana estarás cansado para jugar». Las frases deben ser referidas a la acción y justificación, no sobre supuestos.
3. No responder con enfado
Hay que tener en cuenta que cuando se tiene dos años se vive en el ahora prácticamente, por lo que si un adulto permanece enfadado largas horas, los niños o niñas no discriminan el motivo, porque habrán hecho mil cosas más desde que se les pasó la rabieta. Responder con un enfado prolongado ante una rabieta es una forma de fomentarlas, ya que para los más pequeños imitan a sus referentes y les encanta hacerlo sin mayor filtro o pensamiento. Si la pataleta ya pasó, los adultos debemos de saber también cuando pasó y no seguir con el ceño fruncido.
4. No prestarse al juego
Hay que anticiparse a posibles problemas, generando pequeños juegos. Por ejemplo: uno de los lugares donde suelen darse más rabietas es el supermercado, así que, hay que ir prevenidos. Es bueno dejar todo claro antes de entrar: avanzarle que se va a comprar y enumerarselo. Después, una vez dentro, podemos dejar que él participe en la compra metiéndolas en la cesta. De esa forma estará distraído y se sentirá útil, lo que evitará otras tentaciones.
5. Elegir entre dos opciones
La mayoría de las veces su enfado vendrá ocasionado por querer algo que no puede tener. De ahí que ayude mucho a evitarlo el dejarle elegir solo entre dos opciones. Si se le pregunta «¿qué quieres de postre?», el abanico de opciones que se abre ante el pequeño es infinito, y no siempre al gusto de los adultos. Sin embargo, si se le da elegir únicamente entre dos opciones, ambas válidas, es más que probable que todo siga en calma. Preguntando «¿quieres un plátano o prefieres un yogur?», se le cierran las opciones posibles sin que él se dé cuenta. Y no tendremos que decirle «no».
6. Intentar que escuche
Una vez que la rabieta ya ha comenzado, el pequeño/a parece fuera de sí. Para calmarlo hay que intentar conseguir que salga de ese estado y hacer que nos escuche, una forma puede ser desde permanecer a su lado con calma a su misma altura en silencio, como también, arrodillarse frente a él o ella, cogerlo por los hombros con firmeza y mirarlo hasta que fije sus ojos en los del adulto para hablarle. Por favor, agarrarlos de los hombros es con la intención de que nos pueda mirar, porque si sienten que solo es más poder e imposición, el niño o niña se revelará ante o después y aumentará la pataleta.
7. En vez de un no, dos síes
Muchas veces las rabietas son muestras de rebeldía. Por eso es frecuente que cada vez que se le diga que no haga algo, intenten hacerlo. Pero si tras un «no» vienen dos «síes», la cosa cambia. Se le está prohibiendo una cosa, pero permitiendo otras dos. Así, si después de decirle que no puede pintar en la pared se le explica que sí puede pintar en la cartulina o jugar en el parque, es posible que su rebeldía se aplaque.
8. Cambiar de escenario
Es beneficioso cambiar de lugar: salir con ellos en brazos del espacio en el que se encuentran e ir a otro más abierto. A la vez el paseo puede distraer su atención y hacer que se centre en otra cosa. Sin embargo, en el momento en que aprecien que no desea que le agarren, tengan paciencia y no lo hagan, pues sí no lo alterará más. Imaginate que te agarrasen o te llevasen a un sitio cuando no quieres… ¿te enfadarías?
9. Así no se habla
Hay que advertirle de que solo le escucharemos cuando hable en un tono normal, sin gritos ni llantos, porque de otra forma es imposible entenderle. En este sentido, siendo complejo, debemos de mantener también un tono calmado con la intención de que intenten tenernos de referencia, hay que entregarle su tiempo para que decrezca la emoción y que sienta que le esperamos y estamos ahí.
10. Dejar que se calme
Los niños/as también tienen derecho a desahogarse, por lo que a veces es incluso positivo que pasen por una rabieta. Cuando está inmerso en un ataque de furia, se le puede decir: «Pues sí que estás enfadado, avísame cuando se te pase», y acto seguido alejarse un poco de él, o preguntarles si desean que te vayas o te quedes, pues quizás aún no es capaz de contenerse solo; no obstante debemos de ayudarle a ello paulatinamente. Será consciente de que nos preocupamos por lo que le pasa y de que no conseguirá nada poniéndose así, salvo su propia angustia.
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